Acerca de mí…

Nací en Madrid el día de Navidad de 1976. Según las crónicas familiares cuando mi madre se puso de parto el chocolate voló por los aires y manchó el cuadro de caza que presidía el pequeño comedor de nuestra vivienda. Mi familia regentaba una pensión (Casa de Huéspedes humilde donde las hubiera, con un único cuarto de baño a compartir entre inquilinos y nosotros mismos) en la céntrica y famosa calle de la Ballesta, detrás de la Gran Vía. Cuando cruzaba vestida con mi uniforme azul las aceras para ir al Colegio de monjas donde estudiaba me iba topando con prostitutas, heroinómanos y camellos. Día sí y día también me asomaba al balcón para ver llegar a la policía a solucionar las peleas entre personajes de baja estofa.

Mi familia nunca ha dejado a nadie indiferente. Decir que mi madre era peculiar es quedarse muy corto. Podríamos definirla como una mujer con el cabello y la mente despeinadas. Entre todas las excentricidades de nuestro clan, y hubo muchas, un aspecto ha resultado de relevancia en mi historia posterior, y es el hecho de que mi abuela, madre y hermana siempre fueron sensibles a presencias invisibles para otros. Mi querida abuela Florinda repetidamente veía al mismo hombre negro y alto en nuestro pasillo, y mi madre a una mujer anciana con un gato negro en los brazos.

Cuando cumplí diez años dejamos la pensión y nos mudamos al Barrio de Embajadores, y era común para mí regresar del colegio y escuchar contar que los utensilios de la cocina se habían descolgado y rebotado contra la pared del frente, o que las luces tililaban. Yo jamás presencié nada, pero lo creía cierto. En cualquier caso a lo largo de los años he constatado que hay una línea muy fina entre los problemas de salud mental y la sensibilidad hacia lo oculto y extraordinario.

Mi hermana es once años mayor que yo y su deporte preferido era fastidiarme. En contrapartida a mí me gustaba curiosear entre sus cosas en cuanto tenía ocasión, y así me topé con su baraja de Tarot. Cuando cumplí dieciséis me compré la primera que fue solo mía, y desde entonces me ha resultado muy sencillo entender las historias que narra cada arcano. Han pasado los años y puedo decir que creo que fueron las Cartas las que me eligieron a mí. Han sido mi instrumento esencial de trabajo, y merecen toda mi gratitud por cuanto me han entregado. He aquí el por qué de este Blog: algo creo vislumbrar acerca de cómo somos las personas y de qué nos preocupa, de qué nos motiva y qué nos convierte en seres a la vez extraordinarios y desastrosos.

Deseo que te agrade leerme… Te doy gracias por el tiempo que me dediques, espero sumar.

Vanessa Ruiz.

Volver arriba