La amatista, un cuarzo púrpura, se ha empleado como amuleto de protección en distintas épocas y culturas. En el antiguo Egipto la amatista, llamada hemag, se esculpía en forma de corazón y se depositaba en los sepulcros como piedra transmutadora del cambio. En las antigüedad romana y griega se usaban anillos de bronce y amatista como salvaguarda contra el mal, y los sacerdotes guardaban en sus altares copas esculpidas en este cuarzo para hacer beber de ella a los enfermos y desterrar así del cuerpo su desgracia. Soldados de alto rango en el Medievo la llevaban a las batallas para preservar su lucidez y coraje, y durante el Renacimiento, en Europa, la amatista era recurrente en la joyería como reclamo mágico de buena suerte y salud. Los obispos católicos llevan anillos de este cuarzo púrpura para permanecer lejos de malas influencias espirituales, y los monjes en el Tibet encargan sus rosarios de oración de este material.
A esta bella piedra se atribuyen múltiples cualidades mágicas: considerada piedra de la sabiduría, ayuda a vivir alineado con los propósitos. Acompaña en los momentos de cambio, ya que propicia su aceptación, y estimula el pensamiento racional, ya que ayuda a desarrollar el ingenio para la resolución de problemas, y la memoria, por lo que es apropiada para quienes se esfuerzan por adquirir conocimiento. Se usa para aliviar los dolores de cabeza, y ayuda mitigar la ansiedad. Colocada en altares de oración, o simplemente junto a una vela blanca y una varita de incienso de sándalo, eleva las vibraciones, y una pequeña amatista emplazada en el chakra del Tercer Ojo facilita la meditación. Calma los temores y auxilia para superar las adicciones, en especial la del alcohol, ya que otorga claridad, serena el sistema nervioso, mitiga el estrés, y aleja la culpa y el autoengaño.
Una amatista debajo de la almohada aleja las pesadillas y el insomnio, y puede alcanzar a proporcionar visiones oníricas proféticas: es conocida por ello como la Piedra de los Sueños. Concede coraje a quien la porta, y funciona como amuleto protector contra los ladrones y para prevenir peligros en los viajes, ya que neutraliza la negatividad del entorno.

La amatista está ligada al desarrollo de los poderes paranormales: se usa para aumentar la intuición y favorece la vida psíquica, y combina bien con el cuarzo rosa, piedra del amor incondicional y de la paz de espíritu, en lugares dedicados a la oración y la magia blanca. Cuanto más oscuro sea su color, más apropiada resulta para la práctica espiritual.
Gobernada por Júpiter, esta piedra auxilia en la obtención de resoluciones en el ámbito judicial, y se cree que atrae la buena fortuna para quienes toman a menudo decisiones de riesgo en el ámbito de los negocios.
Entre sus nombres está el de Piedra de la Paz: si la sostenemos en la mano dominante (la derecha si somos diestros, la izquierda si zurdos) recogeremos su energía pacificadora, y si la sujetamos en la mano no gobernante nos ayudará para liberar en ella las tensiones de la vida cotidiana. En momentos especialmente difíciles en la vida, cuando estemos emocional o psicológicamente heridos, acudiremos a algún espacio natural y apretaremos con fuerza una amatista sintiendo como cada preocupación, tristeza, temor y frustración pasa por nuestra cabeza y corazón hasta la mano. Cuando experimentemos cómo toda esa negatividad está ya concentrada en la piedra, arrojaremos el cuarzo tan lejos como podamos, y al hacerlo soltaremos también esa carga. Dedicaremos unos minutos a respirar con calma y a serenarnos, daremos las gracias por la ayuda prestada, y nos alejaremos del lugar sin mirar atrás y sabiendo que esa situación queda a nuestra espalda. La tierra que recoja la amatista liberará la negatividad y facilitará que superemos esa etapa.
Por último, decir que podemos aprovechar también de la amatista que es Piedra del Amor Puro: los miembros de la pareja pueden intercambiarse un ejemplar de este cuarzo como signo y garantía mutua de lealtad, compromiso y entrega.
Para limpiar la piedra bastará con dejarla sumergida en agua, dulce o salada, hasta que recupere la ligereza de su vibración -mínimo unas ocho horas-. También se puede enterrar en tierra o arena. Para energizarla de nuevo conviene exponerla toda la noche a la luz de la luna llena.
Que la magia de la amatista os acompañe y favorezca.