Cuando alguien a quien quieres, como tu pareja, un gran amigo o uno de tus hermanos, o una persona con quien necesitas llevarte bien, como un jefe, te hace luz de gas, estás sufriendo una forma encubierta de agresividad. El gaslighting implica la necesaria repetición del abuso: tiene que existir un patrón repetido de manipulación, no se da como un episodio inocente o casual y aislado, sino que el hacedor te ningunea exhaustivamente hasta hacerte dudar de la verdad de tu memoria o tu juicio.
Esta manera de maltrato psicológico se da en los ámbitos más íntimos (padres o madres/hij@s, pareja, herman@s, amistades cercanas) o en el lugar de trabajo, frecuentemente en la relación con superiores. Con expresiones reiteradas como «no se puede hablar contigo», «te lo estás inventando», «yo nunca te he dicho eso», «te crees tus propias mentiras», «te lo tomas todo a la tremenda», «montas un drama por cualquier cosa», o con otras que ponen en duda lo que recuerdas que pasó, como «eso no fue así, tal vez lo has soñado», «estás desquiciad@», o la épica frase de «estás loc@», terminas por vivir la relación con esa persona con ansiedad, insegur@ de tí mism@, con cero confianza en tu percepción y sin ninguna motivación para expresarte.

Las consecuencias de sufrir el maltrato de la luz de gas son graves: quedamos atrapados en la red de quien nos manipula y pasamos a depender de su criterio, aprobación y conformidad con lo que hacemos o decimos. Se genera en la víctima una inseguridad en tal grado que se cae en un estado de confusión, de «neblina», en ocasiones se teme perder la cordura y la desorientación se expande poco a poco más allá de la relación con el abusador. Quien sufre gaslighting termina por dudar de si recuerda cómo sucedieron «realmente» las cosas y llega a sentirse pequeñ@ e incapaz de fiarse de un@ mism@, infravalorando el propio criterio y dificultando la toma de decisiones.
Hay distintas formas de gaslighting: fingir que no comprende lo que haces o dices, menospreciar tus sentimientos y acusarte de ser demasiado sensible o débil, aparentar que no recuerdan las situaciones que describes, desviar el tema y señalar tus supuestos defectos para menguar tu credibilidad o negar fervientemente haber dicho o hecho lo que tú sí sabes que se dijo o hizo, desaprobándote por inventarlo.
Los abusadores que utilizan la luz de gas NO SON INOCENTES: mienten con una meta y se creen con todos los derechos. Pretenden erigirse con el control de tu vida tratando de convencerte de que son ell@s quienes tienen la razón y tú quien está equivocad@. Son mentiros@s compulsiv@s y sus sucias tácticas les sirven para retirar sus promesas y esquivar responsabilidades, y con sus maquinaciones intentan borrar las huellas de sus abusos. Repiten sus acciones y discursos una y otra vez, hasta hacerte pensar, y sentir, que algo está muy mal en tí.
¡Pero hay una buena noticia! Este maltrato sólo es efectivo mientras no entiendes lo que está sucediendo: busca las inconsistencias en el discurso de tu abusador y regocíjate, porque serán muchas. Recupera la confianza en tus instintos, reactiva tu sentido de alarma. Si lo necesitaras, graba las conversaciones: si te sitúas como un espectador, verás fácilmente los patrones de manipulación. Vuelve a ser dueñ@ de tu percepción y mantente firme, y no pierdas tiempo intentando razonar con quien te perjudica tanto con sus engaños. Contrasta tu verdad con los auténticos protagonistas de las situaciones, con quienes sean sensatos y externos a la relación, chequéalo y anótalo mentalmente, reforzando la confianza en tu propio recuerdo. Zanja las que eran antes interminables vueltas a la rueda de ratón con un sencillo y firme: «así lo viví yo».
La luz de gas es una de las herramientas de las personalidades narcisistas, de los sociópatas y de los psicópatas integrados. No busques que el abusador asuma responsabilidades, y dosifica los encuentros hasta, si fuera preciso, restringir el contacto de manera definitiva. Hay otras posibles parejas, y no te dejarán devastado. Otros amigos, que lo sean de verdad. Llegado a la adultez tampoco necesitas el aval de un padre, una madre o unos hermanos, si sufres su gaslighting. Puedes encontrar un lugar de trabajo donde tu jefe no te machaque constantemente con su ninguneo.
Cuidar de tí mism@ es inaplazable.