¿NOS COMPLICAMOS LA VIDA INNECESARIAMENTE?

La respuesta es que lo hacemos demasiado a menudo: cuando renunciamos a nuestros propios sueños por -supuestamente- anteponer las necesidades ajenas y evitarles preocupaciones a los demás, cuando nos acompañamos de personas tóxicas, cuando perseveramos en relaciones o tareas que sabemos perjudiciales para nuestro equilibrio vital… Nos anclamos a todo tipo de situaciones, pensamientos y actitudes que nos empequeñecen y encontramos mil razones para seguir haciéndolo una y otra vez.

Procastinar indefinidamente nuestra propia manera de buscar la felicidad no puede traer nada bueno, pero nos empeñamos en hacer las cosas del mismo viejo modo por miedo al cambio. Simplificar nuestras cargas resulta imprescindible para aprender a vivir con coherencia y en libertad: ¿Deseas «eso» con tanta intensidad que sólo pensar en no lograrlo duele? Ve a por ello, porque aunque no lo consigas en el camino te encontrarás contigo mismo. ¿Disfrutas de tu propia compañía? pues dedícate tanto tiempo como entregarías a una pareja. Si algo es seguro es que pasarás todos tus días contigo mismo. Es sin duda la relación más importante que tendrás desde que naciste hasta que mueras.

¿Te quejas constantemente? ¡Muévete! Y deja de lamentarte: no hay nada tan cansado como escuchar las mismas palabras de boca de quien no hace nada por salir de las situaciones que detesta. Te lleva más tiempo repetirte que procurar una nueva actitud, así que no obligues a los demás a soportar tu insatisfacción y haz algo para que algún día lleguen cosas mejores.

¿No te gusta algo? Dilo. Y busca alternativas. ¿Necesitas que te escuchen y comprendan? Explícate. Y si nada varía y continúas sintiéndote solo puede ser porque lo estás. Y si es así es que es hora de emprender nueva ruta. Aunque aún no sepas cuál es tu lugar en el mundo, sí sabes cuál no lo es.

¿Tienes dudas? Formúlalas y habitúate a preguntar antes de malpensar. Será un alivio y un ahorro increíble de energía. Si eres disciplinado y perseveras en esta actitud pronto te costará entender cómo no te comportaste así antes. Puedes emplear todo ese tiempo que antes dedicabas a preocuparte en actividades que mejoren tu vida y que te hagan sentir bien. Minimiza tus teorías acerca de qué es la vida y dedícate a vivir.

¿Amas a alguien y te tortura no saber si te corresponde? Díselo. Si no te quiere, o no quiere quererte, asúmelo y respétate a tí mismo lo suficiente como para retirarte. Sin rencores ni juicios de valor.

Cuestiónate tan frecuentemente como seas capaz. Aprende a relativizar. Los problemas son gigantes o son molinos de viento dependiendo de cómo los contemples: úsalos para moler trigo y cocina unas cuantas hogazas de pan.

» -¿Qué gigantes?- dijo Sancho Panza.

– Aquellos que allí ves – respondió su amo -, de los brazos largos, que los suelen tener algunos de casi dos leguas.

– Mire vuestra merced – respondió Sancho -, que aquello que allí se parecen no son gigantes, sino molinos de viento, y lo que en ellos parecen brazos son las aspas, que, volteadas del viento, hacen andar la piedra del molino.»

Don Quijote. Primera parte. Capítulo VIII.

admin

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Volver arriba